La toxina botulínica es la toxina más poderosa descubierta hasta la fecha. La empleada para uso médico es la de tipo A, siendo su versión más popular denominada Botox y, hoy día, se considera uno de los tratamientos con mejores resultados para eliminar las arrugas, inhibiendo por relajación el movimiento muscular.
El tratamiento con Botox actúa, por tanto, relajando los músculos que provocan dichas arrugas, por lo que éstas desaparecen confiriendo al rostro un aspecto relajado y más joven. Actúa de forma selectiva sobre la zona predominante del músculo, relajando la expresión del rostro ya que evita la formación de la arruga sin perder la expresividad ni la identidad personal.
La efectividad de la toxina botulínica comienza a los tres días aproximadamente de ser inyectada, alcanzando su máxima expresión entre los 15 y 20 días después del tratamiento. Su duración, por término medio, es de 4 a 6 meses, siendo lo recomendado realizar 2-3 tratamientos anuales.
La toxina botulínica es el tratamiento idóneo para las arrugas de expresión del entrecejo y las patas de gallo, ya que actuamos relajando los músculos que, al contraerse intervienen, en su formación. Pero los usos del Botox en Medicina Estética son varios: también lo podemos utilizar para el tratamiento de hiperhidrosis axilar, palmar o plantar (exceso de sudoración) o el bruxismo, con muy excelentes resultados.
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